Ahora en la actualidad todos pensamos que en la prehistoria eran anticuados y torpes, pero no. En aquella época, aunque parezca mentira, los extraterrestres existían.
Esta es la historia de un extraterrestre que vivía en la prehistoria. Se llamaba Jefree, era bajito y se quedó huérfano. Era de color verde amarillento. Tenía los ojos saltones, negros. Estaba muy triste. Él tenía 513 años, en nuestra edad, 11.
Un día se aburrió tanto, que se fue al bosque. En el bosque se encontró con una cueva que, de todas las veces que había ido al bosque, esta era la primera vez que la veía. Dentro había una luz deslumbrante. Él era muy valiente, así que decidió entrar. A cada paso que daba hacía más calor. Había un aire que le empujaba poco a poco, pero cuando llegó al final, se dio cuenta de que no era el aire del exterior de la cueva sino que aquella luz lo estaba absorbiendo. Se puso nervioso. Tenía que salir de allí cuanto antes. Aquello parecía un agujero negro. La presión era increíble, no se podía mover
-“ ¡Nooooooooooooooo!”.
El agujero se lo tragó. La luz misteriosa desapareció con Jefree dentro.
Cuando Jefree despertó apareció encima de una acera. Miró a su alrededor, se extrañó
- “¿Dónde estoy?” -preguntó a una persona que pasaba por allí. Él le respondió que estaba en SANTANDER- CITY. Allí todo el mundo iba vestido de arriba abajo. ¿Qué fue de aquellas casitas de neandertales? ¿Dónde estaba la cueva que le había absorbido? Era como un portal dimensional. Se puso a correr como un loco, gritando. De repente, en una explanada un coche le iba a atropellar. Este paró. Jefree pensó que era un mamut de la zona y empezó a atacarle. El conductor salió corriendo. Jefree se asustó pensando que era un monstruo y que había hecho daño a alguien. Siguió corriendo hasta que se topó con un niño y ambos dos caen al suelo. Los dos empezaron a gritar. El niño, que era muy valiente, no le dio miedo y lo consoló un poco. –Hola, me llamo Ángel.- -Y y yo ll… Jefree, me llamo Jefree.-Dijo tartamudeando. - ¿Quieres venir a mi casa? Hablaremos más tranquilamente.
Cuando Jefree entró por la puerta se rió de satisfacción. Al ver aquella casa se preguntó que si después de aquellas casuchas iban a tener una como esta, y Ángel le dijo que les faltaban unos 3.000 años. Jefree como nunca muere dijo que no era mucho.
Se sentaron en el cuarto del niño y empezaron a hablar de lo que había pasad: desde lo del portal hasta cuando se conocieron. El niño le miró con preocupación. Iba a ser muy difícil encontrar de nuevo el portal. También decía que había unos signos relucientes en la cueva pero no podía describirlos.
-Mientras tanto te enseñaré a unos amigos míos, igual pueden ayudarnos.-
Bajamos a la calle y justo allí estaban mis amigos: Alexandru, José, David e Inés. Ambos dijeron a coro: -¿Qué es eso?-
-No es eso, es un extraterrestre, es mi amigo, me lo encontré por la calle, se llama Jefree. Ángel les contó su historia a todos. Pero con los datos que daba era un poco imposible. Dimos una vuelta por la ciudad. David y Jefree se hicieron muy amigos, lo único que hacían durante el camino, era hablar.
Cuando íbamos por la calle Isabel II, Jefree se quedó pasmado observando un cartel de una fábrica metalúrgica abandonada.
-¡Eso es. Sí, eso es! ¡Los símbolos! ¡La cueva!¡La fábrica! – Jefree gritaba como un loco. Le intente tranquilizar. Pronto me di cuenta de que en el cartel había unos símbolos y una fecha cuyo día era hoy. Jefree dice que esos son los símbolos que vio en la cueva. Presentí algo muy grande.- Tengo una idea, por la noche, ¡iremos todos a la fábrica!
Jefree se quedó a dormir en mi casa. Los dos estábamos muy nerviosos por lo de los símbolos y eso. Nos pusimos a ver la tele. No echaban nada divertido.
Llegaba la hora de marchar yo me preparé y me vestí de negro. Parecía un auténtico espía. Marchamos de casa pensando que esa era la última vez que se veían.
Fuimos a llamar a todos mis amigos, uno por uno.
Ya estábamos todos. Cogimos las bicis y nos fuimos a la fábrica. Yo llevaba a Jefree de paquete.
Al fin llegamos a la fábrica. Era gigante. Estaba muy sucia, con polvo y con muchas telarañas. David y Jefree siempre iban juntos, como hermanos. Alex era muy tímido y le daba un poco de miedo. También había un mapa muy grande señalando todas las salas y maquinas de la fábrica. Destacaba una sala, la gran sala central. Todos nos miramos a la cara pensando en lo mismo. Cuando llegábamos a la sala, Jefree estaba triste pensando que nunca nos volveríamos a ver. Se le veía también un poco de miedo en la mirada. Cuando llegamos había una máquina enorme que contenía montón de botones, cables y engranajes. Jefree, como era muy ingenioso sabía cómo arreglárselas y empezó a tocar botones y a mezclar un lío de cables tremendo.
Finalmente se fue creando una luz absorbente, y allí estaba de nuevo el mágico portal por donde Jefree había aterrizado en nuestro mundo
“¡Agarraos fuerte amigos!”, dijo Jefree.
Se fue despidiendo uno por uno.- Ángel, nunca te olvidaré. – Y me dio un gran abrazo. Había sido breve el tiempo de convivencia pero muy intenso y divertido.
“David, a ti tampoco te olvidaré” – dijo el extraterrestre medio llorando. Los dos hicieron su saludo secreto, como los grandes amigos. – Adiós chicos. – Se despidió de los demás. La luz nos cegó a todos. En ese momento aparecieron nuestros padres. Nos abrazaron mientras mirábamos a Jefree que se iba ya por el portal.- Adiós a todos. – Y Jefree se fue. El portal se cerró. Todos les contamos a nuestros padres la historia de Jefree. Lo extraño era que nos creyeran. Jefree siempre será nuestro amigo en el corazón.
Autor: Ángel M. Martínez
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